Jorge Zavala
Columna
Es indignante y preocupante saber que se pretende cerrar la Esc. Prim. Tipo 21 de Agosto y la Sec. ETI. Instituciones que han sido el hogar educativo de cientos de niños, niñas y jóvenes, para construir, según se dice, una universidad. Y aunque el acceso a la educación superior es un derecho y un objetivo digno, no puede ni debe lograrse a costa de la educación básica.
¿Por qué? Porque estas escuelas no son solo edificios. Son el primer paso para miles de estudiantes en su formación académica y personal. Representan oportunidades para familias que muchas veces no tienen los recursos para llevar a sus hijos a instituciones más alejadas. Al cerrarlas, no solo se les niega una educación de calidad, sino también se les obliga a enfrentar desplazamientos, aglomeración en otras escuelas y un sinfín de obstáculos.
¿Cómo podemos justificar una decisión así cuando no existe un motivo claro, un plan concreto o, peor aún, una consulta previa con las familias afectadas? ¿Acaso hemos olvidado que la educación es un derecho humano fundamental en nuestra Constitución, que debe garantizarse sin excepción y sin sacrificios que dejen a otros sin oportunidades?
Cerrar estas escuelas no solo significa quitar un espacio educativo; significa quitar sueños, romper lazos comunitarios y perpetuar las desigualdades que decimos querer combatir. Una decisión como esta nos afecta a todos. Porque cuando un niño pierde su escuela, pierde su futuro. Y cuando una sociedad pierde sus escuelas, pierde su identidad.
No estoy en contra de una universidad. Al contrario, creo en la importancia de fomentar la educación superior. Pero hay otras alternativas. Existen terrenos baldíos, edificios abandonados y otras opciones para construir esta universidad sin despojar a nuestras niñas y niños de su derecho más básico.
Hoy exijo al que el Gobernador recapacite. Exijo que se escuchen las voces de las madres, los padres, las y los maestros y, sobre todo, de nuestros estudiantes. Exijo que se priorice el bienestar de nuestra niñez y nuestra juventud, porque ellos son el futuro, y ese futuro empieza en la educación básica.
No dejemos que decisiones apresuradas, sin justificación y sin consulta, borren el esfuerzo y el trabajo de generaciones. Defendamos nuestras escuelas, defendamos a nuestros niños y niñas y defendamos el derecho que todos tenemos a aprender, crecer y soñar.
¡La educación básica no se toca!