Pablo Méndez
Editorial
Mientras el país está a unos días de ingresar a uno de sus peores momentos de riesgo, por la toma de protesta de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, en México la presidenta Claudia Sheiunbaum se distrae con la organización de un informe popular en el zócalo, la inexistente oposición se conforma con las migajas que le quedaron y los medios de comunicación críticos nos hacemos cada vez más chiquitos y somos incapaces de representar un contrapeso creativo, más allá de intentar la objetividad.
Los gobernantes y opositores de México traen su fiesta particular. Viven en su mundo. Presentan a diario ocurrencias y propuestas disparatadas, con pronósticos ciertos de debacle. No hay contrapeso. No hay límite. No pasa nada si López Obrador gastó 30 mil millones de pesos en Mexicana de Aviación y ahora es un fracaso.
Por si no fuera suficiente. Tenemos una democracia rupestre. Estamos en manos de gobernantes que manipulan ciudadanos que no leen, desinformados, con enormes carencias, complejos y resentimientos, pero son los que votan.