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Por Pablo Méndez

 

Creo que quienes nos dedicamos al análisis de la política lo hacemos de buena fe, en el interés de aportar información y juicios coherentes.

En lo personal no me gusta hacerla del queda bien o de opinar políticamente correcto. Un ejemplo. Ante el cierre de gestiones de gobierno o de las legislaturas, es muy cómodo encender la hoguera y quemar prestigios en leña verde, pero a mi, eso me parece deneznable.

Decir que todos los políticos son corruptos, flojos y delincuentes o, decir que todo lo que hacen los funcionarios o diputados esta mal o es erróneo, es injusto y hasta cruel.

En mis 30 años ejerciendo el oficio del periodismo he observado muy de cerca como hemos pasado desde momentos en que los recursos públicos no se fiscalizaban, hasta el día de hoy, en que existen decenas, sino es que cientos, de controles, tanto de revisión, como de aplicación. Dichos controles no impiden que haya actos de corrupción, es cierto, sin embargo, la lucha contra la corrupción es un proceso en constante evolución, en el cual seguiremos siempre, como una tarea que nunca va acabar.

Quién prometa que la corrupción la va extinguir, quien sugiera todo el tiempo ideas de que esto o aquello sirve para resolver de forma definitiva los problemas en un gobierno, es un mentiroso, un embustero y un merolico.

Quienes se dedican al estudio, de cualquier área, política, gobierno, social, pobreza, económica, no se pueden dar el lujo de opinar con frivolidad y hacer juicios determinantes del siempre, nunca, todos, ninguno. El análisis y, la propia vida, están llenos de matices.

Nuestros días están marcados por algo que es muy peligroso, se llama engaño, ya con consecuencias reales.

Hay políticos que están manipulado la frustración de los ciudadanos para llevarlos a tomar decisiones equivocadas en las urnas. Ahí está la elección de Andrés Manuel López Obrador. Es un presidente al que se le han contabilizado casi 60 mil mentiras.

Antes de las pasadas elecciones, cenando con un grupo de empresarios, enfrascados en una plática políticamente correcta, haciéndola de queda bien entre todos, se quejaban animadamente de los gobiernos de Juan Manuel Carreras y Xavier Nava.

Entonces se me ocurrió preguntarles, en un caso hipotético, en una elección entre López Obrador y Carreras, por quién votarías. Inmediatamente respondieron que por Carreras. Entonces le dije, aguas con lo que decimos. Las consecuencias ya, todos las conocemos.