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José Arturo González Guerrero

 

Existen muchas crónicas e investigaciones documentales solidas sobre la persecución y quema de brujas en Europa y en la América colonizada; diferentes investigadores coinciden en que la persecución de las brujas por parte de la iglesia católica se origina cuando el pueblo, en lugar de acudir a los clérigos (únicos intermediarios entre Dios y los hombres) acudía a mujeres sabias (a las que atribuían poderes mágicos) para consultar problemas o solicitar una cura mediante “remedios” de herbolaria… Es decir, fue una persecución por celos.

En la actualidad sería impensable que se quemara a alguna mujer por ver el presente y el futuro en las cartas de la baraja española o del tarot, o a la que hace “amarres” para retener al hombre amado, usted pude ver que en la actualidad algunas mujeres y no pocos hombres ofrecen este tipo de servicios.

Muchas cosas han cambiado desde aquellos horrores de la santa iglesia católica en los siglos XIV y XV, en que la Santa Inquisición tenía un propósito claro: Exterminar a las brujas.

Hoy las “brujas” son mujeres incómodas a las que se castiga con la muerte en vida, solamente hasta diciembre de 2020 se tiene el reporte de que 20 mujeres han sido atacadas con ácido en México, sin embargo en el país no hay una cifra oficial del número de mujeres víctimas de este tipo de violencia.

Aunque una agresión con ácido podría tipificarse como feminicidio en grado de tentativa, todo indica que los agresores solo pretenden acabar con la vida de esas mujeres tal como ellas la conocían, algunas han perdido un ojo o han quedado ciegas, la intención es acabar con su belleza, con el rostro que les daba identidad y desde luego confinarlas al aislamiento.

¿El móvil? Celos

Pero cuando los celos se traducen en acciones criminales ya estamos hablando de celopatía esquizoide, y quien la padece posee una baja autoestima, inseguridad y una alta necesidad de sentirse aprobado y estimado, el celópata constantemente muestra ansiedad y es una persona agresiva.

Desafortunadamente normalizamos lo anormal, y si tenemos un hermano un hijo celopata asumimos que “tiene un carácter muy fuerte” o es que “la ama demasiado”; además algunas mujeres consideran que si sus novios o maridos no las celan es que no las aman.

Desde luego no es un trastorno mental exclusivo de hombres, no pocas mujeres han arrojado ácido a otras mujeres por “robarles el marido”.

¿Es la celopatía esquizoide un atenuante en este tipo de crímenes? Tendrían que responder los juristas, pero sin duda el comportamiento anormal, posesivo, en un individuo debe ser una alerta para su círculo inmediato.

Algunos profesionales de la salud mental apuestan a la reeducación y control de ira, otros proponen que con un tratamiento psiquiátrico y psicológico, un hombre violento, celopata, puede llegar a comprender que no es apto para formar una pareja y menos aún una familia, y con la terapia adecuada de soporte aprenderá a vivir en su circunstancia.

Y no, ninguna mujer, por mucho amor y empeño que ponga, podrá cambiar a un hombre celopata.